imagen de fondo imagen de fondo imagen de fondo imagen de fondo imagen de fondo imagen de fondo imagen de fondo imagen de fondo imagen de fondo

FERRAN GIMÉNEZ

Dyeu



Los artistas abstractos quieren vaciar de significado sus signos, sus rastros, sus manchas, dan a entender que la obra se representa a sí misma, que no necesita condimentos literarios, ni alusiones poéticas. Por eso, no suelen poner nombre a sus obras, acuden a la numeración de las series o al socorrido Sin título. Al contrario, Ferrán Giménez siempre pone a su trabajo nombres sugerentes y complejos. En esta ocasión, el genérico que ha escogido para esta exposición abre una puerta de acceso a los signos ocultos que se encuentran en esta serie de fotografías: Dyeu.


Esta palabra antigua, según me indica el mismo F. G., es anterior al lenguaje preindoeuropeo que formó la mayoría de las lenguas conocidas. Su sentido se puede encontrar en la noción de brillo, de luz y resplandor. La divinidad occidental se ha forjado en torno a la presencia manifiesta de la luz, sea pagana como el solar Apolo o cristiana como asegura la teología medieval según la cual “Dios es Luz”. La tradición simbólica antigua es pertinaz y aparece en cualquier momento invocada por la mano del artista contemporáneo.


Dyeu son unas series fotográficas de Ferran Giménez que giran en torno a ese brillo, a la luz, al rastro luminoso y al color. Pero Dyeu también se esconde en el medio fotográfico que utiliza, ya que la luz penetra a través de las lentes cristalinas de la cámara y acaba materializada mediante millones de pixeles sobre la superficie de sus obras.


Por otro lado, no hay un texto más leído y comentado por la crítica artística que La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica de Walter Benjamin, pues bien, nunca me había enfrentado tan directamente con este problema como en esta ocasión. Sé que estas obras fotográficas son reproductibles al infinito y que así, la obra se desaurifica, mientras que la pintura se queda en la fuerza de una sola obra, a veces de una pincelada única llena de energía.


La mirada de Ferran Giménez es puramente pictórica, aunque se exprese ahora mediante la fotografía. Eso no es una teoría, sino que esa mirada especial y continuada es la misma que se encuentra en las telas sobre bastidor que conozco bien y sigo desde hace mucho tiempo. Esta circunstancia permite apreciar sus superficies lisas como si tuvieran la tactilidad de las texturas, de las veladuras o los colores propios del óleo.


Creo que mediante la sacralización de la obra con el nombre simbólico de Dyeu y por medio de su virtuosismo técnico, confirma que Ferran Giménez ha devuelto el aura a la obra reproducible rompiendo la diferencia entre fotografía y pintura.



Jesús Martínez Clarà

Can MU, 2017